INC 5.2: consenso para impulsar la economía circular de plásticos y su impacto en fabricantes de maquinaria y reciclaje
Más allá del fracaso, la sesión INC 5.2 en Ginebra cerró sin un acuerdo vinculante para reducir la contaminación por plásticos, pero dejó un consenso operativo: acelerar una economía circular que abarque todo el ciclo de vida del material. El proceso, mandatado por la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA) para concluir un Tratado Global de Plásticos en 2025, mantiene implicaciones directas para productores, transformadores y recicladores de México y América Latina en segmentos como envase y embalaje, automotriz y construcción.
La negociación exhibió una fractura entre bloques. La High Ambition Coalition, liderada por Noruega y Ruanda, con más de 120 países, presionó por regular desde la producción hasta la disposición final. El Like-Minded Group —con apoyo de Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos— impulsó un esquema voluntario enfocado en gestión de residuos, sin límites a la producción. Al cierre del 15 de agosto, no hubo texto final, en medio de señalamientos de bloqueo a los avances. “Algunos países no vinieron a cerrar un acuerdo”, dijo David Azoulay, del Programa de Salud Ambiental.
Organizaciones globales marcaron posiciones. WWF urgió a un acuerdo vinculante que reduzca la producción de plásticos vírgenes. La Ellen MacArthur Foundation subrayó un alineamiento inédito entre países, empresas y sociedad civil sobre abordar el ciclo de vida completo del plástico; ese consenso, aunque insuficiente para cerrar el tratado, es base para las siguientes rondas.
Para la región, la ausencia de un texto único implica que la regulación seguirá fragmentada por país o estado, con expansión de instrumentos como la responsabilidad extendida del productor (REP), estándares de ecodiseño y metas de contenido reciclado. En términos de oferta y demanda, la producción y el comercio de resinas como polietileno (PE), polipropileno (PP), policloruro de vinilo (PVC) y polietileno tereftalato (PET) continuarán respondiendo —por ahora— a factores industriales y de mercado (capacidad instalada, costos de insumo, logística), más que a topes globales de producción. Para exportadores mexicanos y latinoamericanos, el riesgo es una mayor complejidad de cumplimiento por mosaico regulatorio, especialmente hacia mercados con reglas más estrictas.
Desde CEMPRE y el Consejo Global de Basura Cero de la ONU, Laura Reyes llamó a no leer el estancamiento como fracaso: “Necesitamos compromisos globales, incentivos financieros y una estructura que permita medir avances en los territorios”. Advirtió que focalizar sólo en reciclaje es insuficiente y pidió responsabilidades claras para industria, gobiernos y ciudadanía, con tiempos de transición realistas para implementar la normativa.
En América Latina, hay avances en REP y pactos nacionales por los plásticos, pero falta armonización. En Colombia, Reyes destacó una política pública robusta orientada a la circularidad, con el reto de pasar de la formulación a la ejecución. La falta de reglamentación del impuesto al plástico y del certificado de economía circular mantiene a empresas a la expectativa para decidir inversiones e intervenciones.
CEMPRE reporta programas que gestionan cerca del 30% de los envases y empaques recuperados en Colombia, comunidades de práctica en ecodiseño, hojas de ruta para plásticos flexibles y pilotos de reutilización. El Pacto por los Plásticos opera como plataforma de cocreación alineada con el eventual tratado, permitiendo capitalizar aprendizajes globales.
Para las cadenas de valor industriales, el escenario sin acuerdo eleva la importancia de estrategias B2B como: integración de PCR en procesos de extrusión, inyección, soplado y laminación; trazabilidad de materiales y aditivos; y diseño para reciclabilidad. En paralelo, las decisiones de sustitución de materiales hacia acero dulce, aluminio u otros metales seguirán determinadas por regulaciones locales, desempeño técnico y costo total de propiedad, más que por un mandato global en el corto plazo.
El trasfondo ambiental mantiene la presión regulatoria: alrededor de 1 millón de toneladas de plásticos flotan en océanos, mientras microplásticos y aditivos tóxicos ingresan a la cadena alimentaria, con riesgos para biodiversidad y salud humana. Sin un acuerdo vinculante, advierten expertos, el proceso podría fragmentarse en tratados regionales o iniciativas voluntarias con menor fuerza global.
De cara a las próximas rondas, la industria en México y la región observa tres ejes inmediatos para reducir la incertidumbre: activar más empresas en mesas técnicas y comunidades de práctica, armonizar normativas y coordinar esfuerzos entre gobiernos y sector privado, y escalar aprendizajes de casos exitosos y no exitosos a nivel global.
Fuente: Plástico
